Los cumpleaños deberían ser algo más que un día más en el calendario de este planeta en el que vivimos con nuestros amigos de cuatro patas. Marcan un día importante, un momento en el que el afecto y la atención inundan y las colas se mueven con deleite desenfrenado. Sin embargo, mientras hablamos, es una historia especial para un perro en particular, uno que se ha dado cuenta de que los cumpleaños a menudo pueden ser solitarios, incluso para nuestros compañeros animales.
Cuando el sol salió en lo que debería haber sido un día lleno de alegría, lanzó sus cálidos rayos sobre un pequeño perro con ojos conmovedores que parecían contener una pizca de anhelo. Era el cumpleaños de este perro, un día que, para las personas, suele ser sinónimo de celebración, buenos deseos y, al fin y al cabo, una tarta de cumpleaños adornada con velas parpadeantes. Sin embargo, para este perro, el día comenzó con una tranquila comprensión: nadie parecía recordarlo.
Con cada hora que pasaba, la sensación de soledad comenzó a invadirlo. El perro esperó una palmadita en la cabeza o una alegre interpretación de la melodía “Comfortable Birthday”, pero no llegó nada. El sonido fue ensordecedor. A medida que avanzaba el día, el perro no podía evitar preguntarse: “¿Por qué no soy necesario? ¿Por qué realmente parece que a nadie le importa?
La ausencia de buenos deseos por parte de familiares y amigos pesó mucho en el corazón del perro. No hubo llamadas telefónicas alegres, ni cartas ni mensajes, ni siquiera un simple mensaje de texto con un “Feliz Cumpleaños” para alegrar el día. Los labios del perro se hundieron y no pudo evitar sentirse sin importancia y olvidado.
Con el paso de las horas, el perro encontró consuelo en la compañía de su humana. Había algo profundamente reconfortante en el aroma familiar y la presencia tranquilizadora de quien había sido una fuente de afecto para los guardianes. En ausencia de celebraciones externas, el perro buscaba placer en los placeres simples, como una suave palmadita o su golosina favorita.